Las relaciones del gobierno de Trump con el del actual presidente Enrique Peña Nieto no fueron las mejores. Con la victoria del presidente de centroizquierda López Obrador parece haber un clima amistoso, pero por ahora son sólo palabras y cartas.
Por Lorenzo Barrios (*)
Desde la asunción de la administración republicana liderada por Donald Trump, las relaciones con México han atravesado momentos de mucha tensión generados, casi siempre, por las declaraciones del presidente estadounidense. Pero ahora hay un punto de inflexión: el cambio de signo político en el gobierno mexicano. La victoria del candidato de la coalición centroizquierdista MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), que ya se preveía por medio de los sondeos, viene a desplazar del poder al actual partido gobernante de posiciones derechistas, el PRI.
Las relaciones entre ambas naciones constituyen un tema de vital importancia, principalmente por las migraciones de mexicanos y de centroamericanos que atraviesan México para llegar al vecino del norte, donde presumen que encontrarán una mejor calidad de vida que en sus lugares de origen. Esta situación coincide con políticas muy adversas hacia los migrantes por parte del gobierno estadounidense, que llegaron al punto de separar a los hijos de sus padres en los lugares donde se encontraban detenidos luego de intentar cruzar ilegalmente la frontera. Sin embargo, debido a las críticas que desató esta cuestión tanto a nivel nacional e internacional, el gobierno de Trump dio marcha atrás.
Pero ante la victoria del candidato de centroizquierda en México parece abrirse una nueva etapa en las relaciones bilaterales: hasta ahora se vieron gestos cordiales de ambos lados, pero no fueron mucho más allá de eso. Hay un compromiso mutuo de trabajar en temas comunes, haciendo foco en la cuestión migratoria, y de atender las causas que generan el desplazamiento de las personas, según se desprendió de una carta enviada por Trump al presidente electo mexicano, hecha pública por este último.
La renegociación del NAFTA.
Otro tema que es de gran importancia para ambas naciones es la cuestión del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México. El líder norteamericano se mostró muy crítico de este acuerdo, calificándolo como “el peor acuerdo de la historia. Esto se da en el marco de la cuarta ronda de negociaciones del NAFTA.
El tratado es de vital importancia para México ya que alrededor del 80 % de las exportaciones mexicanas van hacia el país del norte, sobre todo las que pertenecen al sector automotriz, que ya se ven amenazadas por las medidas proteccionistas del gobierno estadounidense que busca que muchas empresas vuelvan a producir sus productos a suelo norteamericano para generar empleo allí.
Perspectivas a futuro.
Todavía es muy temprano para sacar conjeturas respecto a cómo va a ser la relación entre los dos gobiernos. Lo que es cierto es que hay dos principales puntos en los cuales hay visiones e intereses nacionales contrapuestos: la cuestión de las migraciones y el “muro”, y la renegociación del NAFTA. Trump por redes sociales dio a entender que la permanencia de su país en el tratado estaría condicionada a las acciones que México emprenda contra la inmigración ilegal, ya que acusa a este último de ser cómplice del paso de caravanas repletas de personas hacia su país.
Al día de la fecha, con una transición aún pendiente, sólo tenemos palabras, visitas oficiales y cartas. Habrá que esperar a la asunción de López Obrador para ver cómo se dan las relaciones bilaterales. Por ahora, existen buenas intenciones de ambos lados pero ya se generaron puntos de conflicto en temas evidentemente conflictivos.
(*) Analista del Centro de Estudios Políticos Internacionales (CEPI)
Síntesis Mundial 