Inmigración y crisis en el Sahel, el patio trasero de Europa

Por Julio Belloni

La segunda década del siglo XXI amaneció con optimismo en el norte de África. Las revueltas de la “Primavera Árabe” buscaron iniciar un proceso democrático de ampliación de la participación popular a través de la salida a las calles de la población en reclamo de mejoras económicas y políticas. Sin embargo, a diez años de las mismas, se observa que lejos de los objetivos buscados, el Sahel se ha constituido como un centro de inestabilidad en la zona de influencia más próxima a Europa. Ésta amplia franja territorial de cuatro millones de kilómetros cuadrados se constituye como un área de transición entre el desierto del Sahara y la sabana subtropical. En su terreno se encuentran países tan disímiles como Senegal y Mauritania, en la vertiente atlántica africana, cruzando el continente a través de Mali, norte de Burkina Faso, Nigeria, Níger, Chad, norte de Sudán, Egipto meridional hasta llegar a Eritrea y Etiopía en el Mar Rojo. 

Sus porosas fronteras se vieron convulsionadas luego de los episodios sucedidos en Libia, con la caída de Gaddafi y las esquirlas de la guerra civil en ese país. Tras su desmoronamiento, el saqueo del gran arsenal libio y los combatientes que regresaron a Mali fortalecieron las filas de los rebeldes tuaregs del norte, quienes unidos al Movimiento de Liberación Nacional de Azawad (MLNA), se levantaron en armas para proclamar la independencia de la región septentrional del país en abril de 2012. Posteriormente, en junio de ese mismo año, los yihadistas de Ansar Dine coptaron la rebelión del MLNA, proclamando la sharia en Azawad, y, en enero de 2013, se lanzó una ofensiva contra Bamako obligando a que Francia, en su carácter de ex metrópoli colonial, deba responder militarmente con la Operación Serval.

Desde entonces las noticias internacionales mezclarían golpes de estados, magnicidios, levantamientos e insurgencias a lo largo de esta franja. Desde Níger, hasta Burkina Faso y Eritrea, el Sahel se constituyó en un foco de inestabilidad que expulsaría olas masivas de migrantes cruzando el desierto para llegar hasta las costas mediterráneas en búsqueda del anhelado sueño europeo. Así los países de la Unión Europea decidieron intensificar su control sobre el mar Mediterráneo y más allá, colaborando con aliados estratégicos como Marruecos, Túnez y Argelia entre otros. De esta manera, el Sahel pasaría a ser considerado por Bruselas como “una amenaza endémica” para la Unión y “crucial” para su seguridad convirtiéndose en un laboratorio de la política de seguridad y desarrollo de la UE reflejada en las dos misiones civiles en el exterior en Níger y Malí. 

Sin embargo, tras la intervención y el establecimiento de una misión de paz de la ONU y los acuerdos de paz de Argel de 2015 entre el gobierno de Mali y los rebeldes, estos se reagruparon y extendieron su influencia hacia Burkina Faso, Níger y Chad, explotando las divisiones sociales, políticas y étnicas ya existentes, utilizando a la religión como alternativa a las fallidas fuentes de poder tradicionales. Como resultado entre 2014 y 2018 más de 1100 civiles morirían por la actividad de ocho grupos yihadistas, socios de Al Qaeda y el Estado Islámico, generando una crisis humanitaria y de refugiados con más de un millón de personas desplazadas. 

En los últimos años, lejos de mejorar, la crisis se ha intensificado con ataques y asaltos de fuerzas en Malí y Burkina Faso, así como el reciente asesinato del presidente de Chad. De esta manera, los gobiernos locales prácticamente han perdido el control sobre regiones enteras y existe un peligro real de que el territorio caiga permanentemente bajo la influencia yihadista para desde allí extenderse a sus vecinos Togo, Ghana y Costa de Marfil. Como contra respuesta, la presencia francesa se ha ampliado con la operación “Barkhane” extendiendo el alcance geográfico y aumentando la presencia militar. 

Una mirada desde la Seguridad Humana 

Sin embargo, el fracaso de muchas de estas acciones y antecedentes previos como la guerra de Irak y Afganistán haría que sea necesario rever la problemática en África más allá del enfoque tradicional de seguridad. En este punto resalta el enfoque desde el punto de vista de la Seguridad Humana, concepto desarrollado por Naciones Unidas desde mediados de los ‘90 y cuyo valor radica en la posibilidad de abordar problemáticas más allá del concepto tradicional de seguridad, como aumento del poder militar y el control estatal, sino también expandirlo a áreas del desarrollo humano, la expansión de derechos y el crecimiento económico. 

» El Sahel se constituyó en un foco de inestabilidad que expulsaría olas masivas de migrantes cruzando el desierto para llegar hasta las costas mediterráneas en búsqueda del anhelado sueño europeo. «

De esta manera nuestro análisis afirma la necesidad de entender el reto a la Seguridad Humana en África desde dos perspectivas como el freedom from want y el  freedom from fear, comprendiendo que las características de los regímenes políticos, el grado de acceso de la ciudadanía a la participación política y la transparencia de las instituciones se constituyen en muchas ocasiones como las causas que alimentan el conflicto, la violencia y la pobreza. 

La idea de freedom fron want hace referencia a que muchos países carecen de acceso a las necesidades básicas dando lugar a la extrema pobreza, las hambrunas, la falta de agua potable, la explotación sexual, el desempleo y las enfermedades. El análisis resulta incompleto si no se tiene en cuanto el enfoque de freedom from fear, tomando las décadas de guerras civiles, gobiernos autoritarios y violencia étnica que han asolado la región y hoy ha devenido en la amenaza del radicalismo religioso. Así, la incapacidad del Estado para constituirse y proveer de bienes públicos a sus ciudadanos ha dado lugar al surgimiento de tensiones y luchas por el poder que desemboca en grupos rebeldes detentando el poder estatal. Muestra de ello es el hecho de que entre 1968 y 2006, la mayoría de los 42 conflictos medibles en África se dieran intra estado.

Comprendiendo esto, desde comienzos del siglo XXI la Unión Europea ampliaría su compromiso por ampliar su visión de seguridad y mencionaría en sus documentos oficiales la necesidad de garantizar la Seguridad Humana al momento de abordar los conflictos. Así se puede observar en la Estrategia Global para la Política Exterior del año 2016 donde se apuntaría a la construcción de la paz, y al fomento de la Seguridad Humana mediante un enfoque integral, retomando la idea de que el desarrollo y la seguridad en el Sahel no podrían alcanzarse por separado.

Sin embargo, en la práctica el abordaje se ha parecido bastante al enfoque tradicional con un sostenido esfuerzo militar, el envío de más de 15.000 efectivos de la fuerza de Naciones Unidas y la conformación en 2017 del G5 Sahel (compuesto por Burkina Faso, Chad, Mauritania, Malí y Níger) alcanzaron escasos resultados. Incluso fuera de esta región se observa una situación similar con el accionar español en Islas Canarias, Ceuta y Melilla, donde se reforzarían los patrullajes y la inversión en seguridad para contener la inmigración y refugiados mauritanos y saharauis y sin embargo la reciente llegada de 8 mil personas desataría resquemores entre España y Marruecos. Por ello, más que nunca se hace necesario comprender que mientras no haya un trabajo nacional, regional y multilateral en pos de la democratización, la gobernanza y el imperio de la ley, las causas estructurales de la migración estarán lejos de ser erradicadas.

Así, sólo mediante el empoderamiento de los pueblos, la participación política y el surgimiento de liderazgos positivos que breguen por el bienestar de sus ciudadanos se evitarán los desastres económicos que hundan aún más en la pobreza, la inestabilidad y la violencia a estas sociedades. El desarrollo económico necesario para la consecución de la paz debe primar junto a acciones de resguardo de la población civil, donde se proteja y se garanticen los derechos humanos y se trabaje en pos de la reconstrucción económica y social de forma mancomunada. Salir del estancamiento económico de años se transforma en un objetivo primordial para cualquier abordaje internacional y multilateral.

Julio Belloni es Magister en Relaciones Internacionales, Seguridad y Desarrollo Internacional por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Miembro de Síntesis Mundial.

Email: juliobellonigille@gmail.com Twitter: @juliobellonigi Linkedin: https://www.linkedin.com/in/julio-belloni-374260148/

Las opiniones expresadas en los artículos son exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente las de Síntesis Mundial.

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